Episodio 14. Advertencia.

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Dos guardias de seguridad armados entraron sin avisar e inmediatamente inspeccionaron la sala bajo la atenta mirada de los presentes, que esperaron pacientemente a que acabaran.

El comandante Walsh parecía ciertamente incómodo ante el escrutinio de los guardias de seguridad y los seguía con mirada inquisitivamente. Sabía de los intentos de asesinato que había sufrido su invitado, pero llevar aquella paranoia hasta Montaña Beta era una exageración; o tal vez no.

Los guardias, ajenos a las suspicacias levantadas, quedaron satisfechos e hicieron una señal hacia la puerta de entrada. El doctor Nagata entró en la estancia y el silencio aplastó cualquier pensamiento.

El módulo vital que lo albergaba flotó lentamente sobre el suelo en un vuelo majestuoso. La gran cúpula cristalina permitía a los presentes vislumbrar lo que la alta tecnología había logrado para el profesor Nagata. Un enorme cerebro sintético en silicio de color verde viscoso palpitaba en el interior al ritmo de millones de procesos internos desarrollados al unísono, cosido por una cifra incalculable de hilos neurotransmisores de diamante; todo ello bailando sobre un líquido grumoso violáceo que hidrataba constantemente los procesos sinápticos del cerebro tecnobiológico. Un primer paso hacia la eternidad humana pensado, diseñado, producido y armado por el propio doctor Nagata.

—Cada día me produce más rechazo su aspecto —susurró Zozo a Waldo.

—Pues eso no es nada. Tenías que ver lo que él mismo hace con los cuerpos destruidos de los soldados caídos. Incluso yo tengo que templar mis nervios cuando veo a una de esas aberraciones cibernéticas con carne armada hasta los dientes.

—Están locos estos humanos.

—Por supuesto, amigo Zozo. Por eso mismo estamos aquí.

El doctor Nagata se situó a la altura de los presentes, que habían observado con paciencia el eterno recorrido del doctor desde la entrada hasta ellos. El comandante le dio una fría bienvenida, junto con los embajadores Waldo y Zozo. A su lado, la patrulla galáctica se mantuvo en perfecta formación con vista al frente en absoluta estática.

—Gracias por acudir a nuestra llamada, doctor —dijo el comandante—. Sabemos que es un hombre ocupado.

—Estoy ocupado siempre, comandante —contestó el doctor con su voz metálica que surgía de un altavoz de la carcasa—. Durante años mi mujer me lo reprochó.

—Verá, doctor —prosiguió el comandante—. Nuestro equipo de asalto ha estado siguiendo la pista del jugo de supersoldado desaparecido hace unos años de la isla de Wolf Den.

La única reacción del doctor fue el silencio absoluto. Una pequeña luz roja parpadeó en un lateral del soporte.

—Nuestro equipo —continuó Walsh señalando a la patrulla—se adentró en los peligrosos mundos de las bandas organizadas de la frontera, y como fruto de estas valientes incursiones hemos recuperado estas muestras que tengo aquí expuestas sobre mi mesa. Por favor, le ruego que las analice con detenimiento.

Un brazo mecánico surgió de un lateral del soporte vital de Nagata. Se abrió en su mitad y los extremos de las barras formaron diez pequeños dedos mecánicos que se abalanzaron sobre las muestras. Agarraron los viales y los escanearon con una luz verde. El cerebro gigante de Nagata procesó lo datos durante un rato. Todos observaron con atención los movimientos de los brazos; todos menos la patrulla que seguía estática y rígida mirando hacia la nada esperando órdenes. Tras unos tensos instantes, el doctor Nagata devolvió los viales a la mesa y se alejó un poco.

—Es basura —concluyó con su voz metálica chirriate.

—Ciertamente está alterado en su composición básica —explicó el comandante Walsh—. De ahí nuestra llamada, doctor. El aquí presente patrullero Walter Hartford ha realizado un análisis previo enfocándolo desde otra perspectiva y tiene algunas conclusiones que desea compartir con usted.

Doc dio un paso marcial al frente y avanzó hasta la mesa. Sonrió al doctor y se aclaró la garganta.

—Doctor Nagata —dijo Doc—. Habrá notado que…

—No sea impertinente, joven —cortó en seco el doctor—. Por supuesto que he notado todos los defectos de ese jugo; por llamarlo de alguna forma. Esa basura no es de mi puño. Es impuro, torpe, carente de magia y del más mínimo refinado.

—Ciertamente, doctor —dijo con paciencia Hartford—. Doctor, esto que tenemos delante es una evolución interesante de su fórmula. Al principio creíamos que simplemente la estructura original había sido cortada con la intención de rebajar sus propiedades y conseguir un mayor número de dosis, probablemente para aumentar beneficios, aunque los resultados no serían del todo óptimos. Los negocios entre forajidos son así.

El doctor Nagata no dijo nada. Simplemente flotaba en mitad de la habitación. Doc se atrevió a continuar su disertación.

—El caso es que hice un análisis químico más profundo y encontré ciertos patrones en la composición. Eran principios activos nuevos diseñados para actuar sobre ADN alienígena humanoide. Verá, hay estudios que demuestran que todas las criaturas pensantes conocidas de la galaxia comparten determinadas enzimas y códigos dentro de la cadena genética. Lo que han hecho en estas muestras ha sido increíble porque han modificado la fórmula inicial para que pueda servir al resto de criaturas alienígenas. No funcionaría con todas, desde luego, pero sí que con las más cercanas a la raza humana, como los andorianos, por ejemplo.

—¿Es usted químico o biólogo? ¿Genetista? ¿Médico? ¿Veterinario?

—No, doctor. Soy un humilde patrullero. Especialista informático

—¿Y por qué debo tener en cuenta su opinión? Es usted un zote. Un devorador de código, una rata de silicio de gatillo fácil. No se ofenda, por favor.

—Tiene razón, doctor —Doc escupió las palabras y se mordió un carrillo para evitar que la ira se adueñara de sus actos—. Pero mis habilidades y mi implante me han ayudado a elaborar un programa específico para el estudio de muestras de súper jugo. Hay hallazgos que debería considerar.

—¿A dónde quiere llegar? —preguntó el doctor Nagata.

—Alguien ha alterado su fórmula inicial, doctor. Pero para hacer eso hace falta tener acceso al jugo original.

—¿Qué estás insinuando, joven?

El soporte del doctor se elevó otro metro más por encima del suelo y la voz de Nagata adquirió un tono desafiante.

—Lo que desapareció de Wolf Den eran modificaciones específicas, doctor —dijo apresuradamente Doc. Notó la garganta seca como si le hubieran pasado una lija—. Se nos entregó una lista con los números de serie implementados en la composición química, y ninguna de estas muestras pertenece a esa partida. Creemos que alguien ha tenido acceso al original y lo ha clonado. Usted custodiaba en su laboratorio blindado la fórmula inicial.

—¡Nadie puede acceder a mi laboratorio en Wolf Den! Quedó destruido en la explosión. ¿Y qué pruebas tenemos relativas al lugar donde se guardaba la fórmula original? Jamás he revelado dicha información; era alto secreto —Nagata detuvo en seco su ira y procesó su última frase—. El maldito Q-Ball. Una corte marcial juzgará su traición. De todas formas, lo que alegan es una estupidez. La zona de Wolf Den es impracticable.

—Eso es posible, doctor —intervino el capitán Foxx—. Aunque tenemos pruebas que demuestran actividad reciente en la zona.

—Tonterías —se enervó Nagata—. La radiación delta derretiría cualquier cerebro.

—Con la limpieza del planeta se ha logrado rebajar el nivel radiactivo, doctor. No hace falta vivir allí—dijo Foxx—, simplemente hay que saber qué buscar y dónde y hacerlo con rapidez.

—¡Malditos inútiles! Os haré fusilar a todos. Eso que me explican implica una traición. La ubicación exacta de la fórmula era conocida por muy poca gente. Se podrían contar con los dedos de una mano —Nagata extendió una de sus manos biónicas—. Si ha habido un robo, su principal sospechoso ahora mismo es la sabandija calva y sorda. ¡Detengan inmediatamente a Q-Ball!

—Serénese, doctor —replicó el comandante Walsh—. Ahora mismo no tenemos sospechosos de la extracción en Wolfden, pero estamos en ello y no se descarta nada. Mis soldados han trabajado muy duro para traer esta información hasta usted. Simplemente queríamos pedirle más datos sobre la fórmula original y que certificara que estos viales no pertenecen a su partida perdida.

—Espero que sus perros de presa no tengan piedad en la búsqueda de los que se han atrevido a entrar en Wolf Den; no debería ser difícil. Intenten recomponerse de este fallo imperdonable de seguridad, comandante. Le advierto que el Consejo tendrá poca paciencia de la ineptitud de su equipo a este respecto.

—Estamos en todos los frentes, doctor —reprendió el comandante—. Gracias por su colaboración.

El doctor Nagata abandonó la sala a un ritmo acelerado seguido por sus guardaespaldas. Cuando se cerró la puerta todos descansaron.

—Si me vuelve a hablar así, me meo en su conducto de alimentación —protestó Doc apretando los dientes.

—Supéralo, soldado —ordenó el capitán Foxx con un susurro—. Hay mucho oídos curiosos a nuestro alrededor. Respira y a lo tuyo. ¿Estamos?

—Estamos, capitán.

—¿Qué vamos a hacer ahora? —preguntó Goose al capitán.

—Pues lo que íbamos a hacer de todos modos, amigo Ganso. Iremos a por Gran Jefe.

—¿Ese es el nombre que os dio vuestro interrogado? —preguntó el comandante Walsh.

—Es un nombre que se oye con fuerza en Tortuna y alrededores. Su aparición es reciente; no hay mucho historial. Está llamando la atención y mueve mucho dinero. Estamos seguros de que daremos con él.

—Tendréis que tener más cuidado y seguir ciertas normas, capitán. He sido muy laxo con vosotros hasta ahora y eso nos ha traído problemas a todos.

—Creía que teníamos carta blanca, comandante —la voz de Zachary era desafiante.

—La teníais hasta que los abogados de Brappo nos dieron duro de verdad —replicó secamente Walsh—. Me temo que nos vigilarán durante un tiempo.

—Brappo es un criminal.

—Brappo es millonario y tiene a mucha gente en el bolsillo. Lo último que necesitáis es una demanda por acoso policial. Además, la prensa empieza a hacer preguntas.

—Creía que eso no era un problema.

—Lo es ahora, capitán. No quiero el careto feo y morado de Brappo lloriqueando en la Red con el nombre de Montaña Beta brotando de su sucia boca.

—No se preocupe, comandante —dijo Goose—. Le sacamos lo que queríamos y le administramos una buena dosis de barbitúricos; no recordará nada el muy idiota.

—Preferiría no estar al tanto de esos detalles, soldado; si no te importa. Y seguramente a los embajadores tampoco les hará gracia conocer la existencia de métodos expeditivos.

—No sé qué decirle, señor. Los medicamentos nos los suministró el embajador Zozo.

—Esta conversación debería ser privada —intervino Waldo—. Nos marchamos a nuestros aposentos.

Waldo salió de la estancia seguido de un avergonzado Zozo y los patrulleros quedaron delante de su comandante.

—Todos fuera —ordenó el comandante.

Los patrulleros, excepto el capitán, abandonaron el despacho con celeridad y con preocupación conocedores de que lo que seguiría es una buena bronca. Las puertas se cerraron tras su apresurada salida.

—Controla al puto ganso, Zachary —advirtió Walsh abandonando el protocolo propio del rango militar.

—Nos quieres al pie del cañón, listos para actuar. Nos quieres en tensión y cabreados para enfrentarnos a cualquier cosa. Y ahora me pides calma. ¡Aclárate, hostia!

—Me refiero a que no os paséis de listos con los embajadores delante. No permitas que intervengan activamente en las misiones. Y sobre todo, no permitas que tus hombres hablen abiertamente de cosas que no deberían saber, me cago en la puta.

—Tú y el consejo me habéis metido a esos dos hasta en el rancho. Cada vez que surge un problema en el puto culo de la galaxia, tengo que llevármelos para que «supervisen». ¿Te acuerdas de esa palabra? Me la grabaste con un cincel en el culo.

—Pues la mierda ha saltado, capitán. La prensa hace preguntas porque evidentemente cuando se secuestra al mayor criminal del planeta, las alarmas saltan. Joder, os liasteis a tiros en mitad de Nueva Jersey.

—¿Y qué podíamos hacer? No teníamos tiempo para terapias de grupo para gestionar la agresividad. Nos dejasteis con el culo al aire: sin equipo, sin apoyo, sin cobertura robótica.

—¿Y la parte de sacarle información a hostias dentro de una base militar?

—Queríamos hacerlo en un loft vacacional en las Rocosas, pero no tenían disponibilidad.

—Métete tu cinismo en el puto culo, Zach.

—¿De qué tienes miedo? Estamos rozando la gloria. Solo pido un poco de apoyo, joder.

—Me están estrujando los cojones con las dos mano. La jodida senadora Ganns nos quiere enterrar vivos. Estoy seguro de que ella es la que ha hablado con la prensa y es la niña mimada de los embajadores. Debéis ser más cuidadosos y que soldados como Gooseman dejen de pavonearse delante de extraños.

—Déjate de tonterías. Hemos progresado más que cualquier equipo de acción rápida. Mis patrulleros son lo mejor de Montaña Beta. Tienes equipos ridículos como el de Branson y el de Pol-Chook dando vueltas por toda la galaxia como los idiotas que son para que los turistas se hagan fotos con ellos. A la mierda, Ganns y a la mierda el consejo. Tengo un trabajo que hacer y no pienso parar aunque arda la puta y oscura Galaxia. ¿Hemos terminado?

—Vete a la mierda.

El capitán Zachary Foxx dejó la estancia con grandes paso y los puños apretados. El comandante Walsh se quedó solo en el lugar y se sentó en el sillón del escritorio. El silencio que quedó fue relajante y se permitió respirar para tranquilizarse. Un muro de pensamientos aplastó su cerebro. Abrió uno de los cajones del escritorio y extrajo una botella de bourbon. Tras la botella, sacó un vaso pequeño del cajón y lo limpió con el dedo. Destaponó la botella y los efluvios dulces a miel del alcohol le reconfortaron. Llenó el vaso y miró al líquido cobrizo. Comenzó a salivar y pasó su lengua por los labios. Todo se veía un poco más claro después de degustar un Bourbon. Miró el vaso con atención y peinó su bigote con el pulgar.

Cinco años hacía desde la última copa. Conservaba aquella botella como recuerdo de sus excesos, de sus flaquezas, de su debilidad. Cinco años desde el último chupito de bourbon. Cinco años desde que una patrulla le encontró desnudo cantando en mitad de los suburbios con un arma en la mano. Cinco años limpio. Observó el color degradado del líquido en el vaso: era casi transparente en la base e iba tomando cuerpo e intensidad a medida que se acercaba al borde del vaso. Recordó su sabor meloso. Recordó lo feliz que le hacía el picor en la garganta después de la ingesta.

Pensó y pensó.

«¿He hecho bien dando tanto poder a alguien?», se preguntó.

Agarró el vaso y bebió de un trago todo su contenido. Inmediatamente, su boca salivó como la de un lobo hambriento. Rellenó el vaso con más bourbon.

«¿Cómo va a acabar todo esto?», se preguntó

Bebió.

«¿Soy un pedazo de cabrón?», se preguntó

Bebió y pronto dejó de hacerse preguntas.

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Libre interpretación de The Adventures of the Galaxy Rangers

En el año 2086, dos pacíficos extraterrestres viajaron a la Tierra buscando nuestra ayuda. En agradecimiento, nos dieron los planos del primer hiper impulsor, lo que permitió a la humanidad abrir los caminos a las estrellas. Así se reunió después un equipo selecto que protegería a la Alianza planetaria; exploradores valerosos, devotos de los más altos ideales de justicia, y dedicados a preservar ley y orden en la nueva frontera.