Episodio 19. Beta Mountain Blues.

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La humedad del pasillo era asfixiante y además se potenciaba la sensación de la piel pegajosa porque en la superficie el termómetro bailaba sobre los 40 grados centígrados. Al final del corredor una enorme puerta metálica cuadrada esperaba a los recién llegados.

Niko tiró de la puerta corredera. Los rieles sobre los que se movía dieron un poco de guerra y la patrullera necesitó de un par de tirones para abrirla por completo. A su lado, Doc Hartford se abanicaba con el sombrero. Niko buscó la llave de las luces. Se hizo la luz.

Un par de bombillas de luz blanca se negaron a prestar servicio, y otras dos parpadearon dolorosamente anunciando su inminente muerte. Era evidente que nadie había pisado aquel lugar en un par de décadas como mínimo. El polvo se podía recoger con palas. Olía a habitación estanca igual que debieron oler las pirámides el primer día que alguien las abrió. De los canales del aire acondicionado emanaban sonidos guturales provenientes del mismísimo averno. Un rápido vistazo les hizo comprender que la tecnología más avanzada que había allí dentro era la de la puerta corredera. Buscaron un ordenador o una tableta de datos con la intención de comprobar los sistemas de ventilación y antincendios. En un rincón, bajo una enorme manta que una vez fue blanca, dormía en silencio un gran servidor de finales del siglo XX. Doc se rio con ganas.

—Lo mejor de lo mejor para los ranger, ¿verdad, Niko? —comentó entre risas mientras seguía agitando el aire con el ala de su sombrero originando un pequeño remolino de polvo.

—No empieces a llorar, chaval. Puedo sentir que este sitio tiene mucha historia.

—Claro que la tiene. Seguramente sobre aquella mesa de madera se remendó a Frankenstein. Y allí al fondo, Marco Aurelio perdió una sandalia.

—Cállate, idiota —dijo Niko entre risas—. Esto es serio. Es un viejo búnker nuclear. O por lo menos, lo que queda de él.

—Estamos debajo de Montaña Beta, joder. ¿No podrían habernos dado un bonito despacho acristalado con vistas al río?

—Creo que estamos en lo que se llamaba NORAD. De cuando existían los países en la Tierra.

—Si, los países. Mi abuelo me habló de ellos. si no me equivoco, estamos pisando lo que antes se llamaba Méjico.

—Dímelo tú, vaquero. Yo no he nacido en la Tierra y no tengo ni la más remota idea.

—Hablando de todo un poco, creo que me ibas a presentar a una amiga tuya.

—Ni hablar.

—Veo que os estáis familiarizando con la leonera —dijo una voz desde la puerta. Niko y Doc se asustaron un poco y se giraron hacia la entrada con rapidez llevando sus manos hasta las empuñaduras de sus armas—. Calma, chicos. Tranquilos —pidió la voz.

El capitán Zachary Foxx entró despacio en la estancia de hormigón y la contempló con atención con una sonrisa en los labios. A medida que caminaba se evidenciaba una cierta cojera.

—Un poco de pintura y un toque «ranger» y este lugar será habitable —dijo riendo—. Me han dicho que tenemos duchas y todo.

Niko y Doc ejecutaron el saludo marcial a su superior y éste les devolvió el saludo con cierta desgana.

—Norma número uno —dijo sin perder un ápice de sinceridad en su sonrisa—: soy vuestro capitán delante del resto de la tropa, pero me gustaría que relajáramos la disciplina marcial entre nosotros. Me interesan vuestras habilidades, no vuestra precisión marchando por la base.

—Señor. Sí, señor —dijo Doc elevando la voz.

—Bien, veo que lo has entendido. Supongo que tú eres Walter Hartford.

—Señor, así es, señor. Sargento Walter Hartford para servirle, señor.

—Descanse, sargento.

—Sargento Niko de Xanadú presentándose al servicio, señor.

—Chicos, gracias, pero vamos a relajarnos. Llamadme Zach, por favor. No estoy demasiado acostumbrado a la vida militar. Para mí, la academia es como un vago recuerdo rodeado de niebla hundido en las aguas negras de un mar helado. ¿De acuerdo?

—Señor. Sí, señor —contestaron a la vez Niko y Doc.

Zachary Foxx se rascó la cabeza y miró a sus dos soldados con cierta distancia. Sabía que eran los mejores en lo suyo, pero por un momento se preguntó si sería capaz de conectar con ellos más allá de una mera relación con subordinados.

—Venga, por favor, sentaos y poneos cómodos mientras esperamos al que falta.

—No hace falta esperar —la voz emanó desde una oscura pared al final de la estancia. Una figura sin forma surgió de la negrura de una esquina como si fuera un perro de Tíndalo. Reptó por la pared y poco a poco fue adquiriendo una forma completamente humana—. Llevo horas esperando. Ranger Shane Gooseman se presenta para el servicio, señor.

Los tres patrulleros se habían quedado sin habla, e inconscientemente los tres habían desenfundado sus armas y permanecían de pie en mitad de la sala apuntando con sus revólveres.

El primero en reaccionar fue el capitán.

—Vale, chico. Ya nos has dejado helados. Impresionante presentación.

—Gracias, capitán. Le informo de la operatividad óptima del implante 5, señor.

—Gracias, soldado. Ven, acércate y únete a nosotros. Y por favor, no olvides vestirte antes de sentarte.

Niko y Doc guardaron sus armas y se sentaron en una viejas sillas de madera junto a una enorme mesa de madera noble. Intentaron ignorar a Goose mientras se vestía, pero era imposible desviar la mirada de aquel estupendo cuerpo hipertrofiado.

Zachary levantó un viejo atril de madera que yacía sobre el suelo cubierto de suciedad. Agitó un poco el polvo y apoyó una tableta de datos delante de él.

—Vale, vamos a empezar —de repente se calló al ver el brazo levantado de Walter Hartford—. ¿Sí, Walter?

—Capitán, perdone que le interrumpa, pero quisiera saber si vamos a estar aquí metidos mucho tiempo. Es por si me tengo que vacunar del tétanos.

—Montaña Beta está en pleno proceso de expansión, soldado. Este es el espacio que nos han podido ofrecer por el momento.

Doc se enfurruñó y cruzó los brazos. El capitán carraspeó y continuó.

—A ver, ya nos hemos presentado, pero bueno, otra vez. Me llamo Zachary Foxx, capitán Zachary Foxx y soy el comandante operacional de esta unidad. Estamos ante un gran día. Hoy comienza una nueva era para la galaxia entera. La humanidad se está enfrentando a nuevos retos que han surgido con los nuevos mundos. La raza humana, en su búsqueda de nuevos horizontes, está indefensa ante los peligrosos retos…vaya puta mierda. Perdonad, lo siento.

Zachary se frotó las sienes con los dedos. Inspiró profundamente y apartó la mirada de la tableta de datos. Los soldados se miraron entre sí.

—Tenía preparado un discurso vomitivo motivacional para daros la bienvenida al grupo, pero creo que no sois idiotas, así que no os voy a aburrir con idioteces. Vamos a ser sinceros, ¿vale?

Los patrulleros seguían estupefactos mirando a su comandante.

—Mirad, habéis trabajado duro para ser los mejores en vuestros campo, y una parte de este trabajo es vocacional y voluntario, pero sé que habéis tenido que pasar por un infierno con el puñetero implante.

—Yo quería hablar de eso, señor —interrumpió Hartford.

—Cállate, joder —ordenó Niko en voz baja a su compañero mientras le asestaba un certero codazo bajo las costillas. Doc se dobló de dolor y entendió la orden de Niko.

—Habrá tiempo para todo, os lo prometo —continuó Zach—. Quiero daros las gracias por confiar en este proyecto, de verdad.

Zach interrumpió su discurso para buscar una botella de agua en su mochila. Bebió despacio y cerró la botella antes de continuar.

—Perdonad, se me reseca un poco la garganta. Es por la medicación. Me dispararon y mis lesiones todavía no se han curado del todo. Tengo el implante incorporado, pero las intervenciones para injertar las partes biónicas en mi organismo han mermado mis fuerzas y estoy tardando en sanar.

—Todos los rangers sabemos lo de su esposa y su intento de rescate, capitán —dijo Niko con una voz que procuró ser lo más reconfortante que pudo—.La llamada Reina de la Corona lo pagará caro.

—Gracias, Niko. De hecho me viene bien que lo menciones. Muchos os dirán que este equipo está pensado únicamente para buscar a mi mujer. Incluso algún político ya me lo ha escupido a la cara. Pero no es así. El concepto, el diseño, la idea, el desarrollo del cuerpo es muy anterior a los acontecimientos de mi desgracia. Llevo años planteando a los gerifaltes la necesidad de un equipo de acción rápida. De un equipo táctico multidisciplinar que trabaje como primera línea de acción frente a los nuevos problemas de la humanidad en los nuevos mundos. Y hasta hace poco no me habían escuchado. Mi tragedia puede haberles convencido. Seguramente los embajadores Waldo y Zozo hayan ayudado a nuestra formación, pero os prometo que mi vida personal no me va a influir a la hora de cumplir con nuestro deber.

—Capitán, tú sólo dinos a quién y cuándo y allí estaremos —dijo Gooseman secamente.

—Gracias, Gooseman. Continuemos, por favor. Niko, tú eres arqueóloga y un referente en cuanto al estudio de civilizaciones antiguas alienígenas. Tienes habilidades psíquicas y Montaña Beta me ha indicado que te recuerde que has firmado un contrato que te obliga a no revelar dichas habilidades en la Tierra o en cualquier otra colonia bajo protectorado terrestre.

—No veo la necesidad, capitán. Hay muchos humanos con habilidades parecidas a las mías, capitán —protestó Niko sin disimulo.

—Yo lo sé, tú lo sabes, Montaña Beta lo sabe, pero parece ser que de momento no debe saberlo el gran público. A mí me parece una gilipollez del tamaño de Nueva York, pero insisten en que así sea.

—Señor. Sí, señor.

El capitán volvió a beber agua.

—Walter Hartford. Especialista informático. Experto en encriptación y piratería intermultisistémica. Desde tu época universitaria desarrollas programas que solventan el problema de la compatibilidad entre sistemas operativos interculturales. Eres nuestro guerrero en el vasto campo de las comunicaciones intergalácticas.

—A muerte, señor.

—¿Puedes infiltrarte en sistemas operativos lejanos?

—Como dice el rubio: dígame quién y cuándo y allí estaré.

—Estupendo —dijo sonriendo el capitán—. Por último, Shane Gooseman.

—Llamadme Ganso, por favor.

—Sí, lo pone aquí en tu expediente. «Ganso como apodo», y creo que es el único dato cierto de todo este dosier. Una cosa tengo clara: te miro y no veo nada que me corrobore lo que hay aquí escrito. Sé identificar un expediente falso porque he visto y escrito muchos en mi vida. No puedo continuar con esto.

El capitán pasó su mano por la cara y miró a sus soldados.

—Intentan jodernos, chicos. Mucha gente desde dentro de Montaña Beta no ve con buenos ojos el parto de este equipo.

Zach levantó la tableta de datos y amplió la pantalla holográfica para que fuera bien visible a todos.

—¿Ves este documento de adhesión al proyecto? —preguntó a Gooseman—. Hay tantas rúbricas importantes en él que está a menos de dos grados de separación del Presidente del planeta. Y para ser sincero, me importa una mierda de dónde sales, aunque la mano del comandante Walsh puede olerse desde mi casa.

—Si quiere que sea sincero, yo no pedí incorporarme en este equipo —sentenció Gooseman mientras se encajaba los guantes distraídamente.

—Claro que no. A saber cómo os eligieron. Sí, chico, vamos a ser sinceros: no sois mi primera elección. Ninguno de vosotros.

El silencio se hizo opresivo durante unos tensos segundos.

—No sé quiénes sois, chicos —dijo Zach elevando la voz—. Sois una mentira, y disculpad mi falta de tacto. Miro estos datos y lo tengo claro. Niko, una pregunta: ¿naciste con quince años de edad? Te lo pregunto porque aquí no indica ni dónde naciste, ni el nombre de tus progenitores. Ni siquiera se menciona el lugar en el que estudiaste. Una psíquica como tú debería tener un dosier que pesara al cogerlo, como lo tienen la mayoría de los psíquicos revelados, pero aquí no hay nada. Walter, ¿acaso te tragó la tierra durante los cuatro años en blanco de este dosier? ¿Fueron unas vacaciones largas? Y tú, Ganso, ¿tienes algo que contarnos? Porque nada de lo que hay aquí es verdad. Lo que no entiendo es la razón por la que la dirección de Montaña Beta me oculta vuestros grandes éxitos.

Zach se detuvo y asestó un largo trago al agua. Estaba algo agitado y en su frente asomaron algunas perlas de sudor.

—Yo también tengo pasado —continuó al fin—. Lo que quiero decir es que me da igual lo que ponga en esta mierda. Lo que viene no va a ser bonito y lo único que necesito de vosotros es compromiso y ganas de hacerlo bien. Niko, eres la más lista de los cuatro. Hartford, tus habilidades en la red cósmica serán imprescindibles. Gooseman, eres nuestro ariete. Necesitamos ser un equipo, porque nos vamos a necesitar los unos a los otros si queremos llegar al final del día de una pieza. No quiero pelotas, ni infiltrados de los grandes jefazos en mi equipo. Nos van a dar duro y lo que necesitamos es compromiso.

—Además del implante, ¿en qué nos diferenciamos del resto de equipos? —preguntó Goose.

—Somos un equipo táctico de acción rápida. Tomamos decisiones controvertidas para cortar de raíz problemas que se pueden enquistar o volverse demasiado complejos.

—¿Reglas?

—Las justas —sentenció con voz seria el capitán.

Goose movió levemente un labio en lo que se podría interpretar con un esbozo de una risa de satisfacción.

—Nos moveremos por la frontera, chavales. El cuadrante 47 y el cuadrante 81 serán nuestro hogar, y son definidas como Zona de Guerra en muchos informes clasificados. En medio queda la llamada Zona Muerta, o Zona Vacía, o como quieran bautizarla los puñeteros periodistas en lo próximos días. Sin cobertura, sin apoyo, sin refuerzos. Solos ante el peligro. Cuatro espaldas juntas y armas apuntando hacia cada punto cardinal. Si uno falla, los demás estamos muertos.

Ninguno de los soldados se había movido ni un ápice de sus asientos; eran todo atención hacia las palabras del capitán.

—Tenemos aquí una lista con objetivos elaborada por Montaña Beta después de evaluar los distintos grados de amenaza. Le he echado un vistazo y la verdad es que me parece bazofia: disidentes políticos; líderes sindicales; saboteadores; tres o cuatro criminales de medio pelo; un par de casas de prostitución y varios asentamientos ilegales. Lo dicho: basura.

—Veo que Montaña Beta lo tiene claro —susurró Doc.

—Que se jodan —dijo enervado el capitán—. Marcaremos nuestra propia agenda. Afortunadamente llevo años haciendo un seguimiento a lo que de verdad interrumpe nuestra convivencia. Vamos a priorizar la piratería a gran escala. Vamos a enseñar músculo entre la clase criminal y nada mejor para ello que pasear nuestros traseros por la capital galáctica de la depravación: Tortuna. Daremos escolta a las primeras unidades de desembarco colonial. Y sí, vamos a ver qué quiere esa que llaman Reina de la Corona porque algo me dice que se está cociendo un plato graso y sabroso y no pienso perdérmelo por nada del mundo. Después de todo esto, haremos lo que se espera de nosotros y cumpliremos con algunos objetivos de esta basura para que quede registrado y nuestros amigos de ahí arriba piensen que nos tienen controlados al cien por cien. Seremos fuertes y haremos daño. Quiero que cuando el sol se ponga en cualquier parte de la galaxia que hayamos pisado, los chicos malos se lo tengan que pensar más de cuatro veces antes de continuar jodiendo a la gente honrada. Llevamos años patrullando la galaxia y la sensación en el ciudadano de a pie es de que la guerra se está perdiendo. Vamos a darle la vuelta a esa tortilla. Os cuento todo esto porque aquí no se viene a ganar puntos para conseguir un ascenso rápido recompensado con un despacho elegante con fragancia de rosas en el que llueve purpurina una vez al día. Os lo digo desde ya: vamos a estar en boca de un montón de cabrones que nos van a querer matar, y también vamos a estar rodeados de criminales. Si pensáis que este es el camino hacia una jubilación espléndida, me temo que estáis en el lugar equivocado. Si deseamos marcar la diferencia vamos a raspar pieles muy sensibles que harán nuestra vida mucho más difícil. Lo único que quiero saber es si estáis dispuestos a cruzar la línea que separa vuestra feliz vida presente de una más que posible muerte prematura.

El silencio volvió a la sala. Zachary Foxx estaba más agitado que antes. No le quedaba agua. Apartó la botella y miró desafiante a sus compañeros.

Walter Hartford levantó la mano.

—Todo el mundo me llama Doc, Zach.

Todos miraron al informático con cierta aire de sorpresa. Niko negó con la cabeza evidenciando la desesperación hacia el comportamiento de su compañero.

—Nací en la colonia ilegal de Alspeth —sonrió al comandante.

—Sé que tengo un pasado, pero alguien me lo ha arrebatado —se limitó a comentar Gooseman desde su sitio.

—Gracias —dijo el capitán. De repente, una extraña sensación recorrió su espalda. La inseguridad de haber descubierto sus cartas tan pronto le llenaba de dudas e hizo que se sintiera muy incómodo y expuesto. Lo achacó a la medicación. Aunque, a medida que pasaba tiempo con aquellos soldados, se palpaba una creciente nueva química flotando en aire hacia sus ellos. Los miraba y no podía negarse que el fulgor de sus ojos era propio de aquellos que querían devorar la galaxia. Respiró profundamente y llegó a la conclusión de que aquellos tipos se merecían una oportunidad para demostrar su valía. Sonrió.

—Ahora, patrulleros, coged vuestros petates y vámonos a dar una vuelta por la galaxia. Y por favor, tened cuidado ahí fuera.

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Libre interpretación de The Adventures of the Galaxy Rangers

En el año 2086, dos pacíficos extraterrestres viajaron a la Tierra buscando nuestra ayuda. En agradecimiento, nos dieron los planos del primer hiper impulsor, lo que permitió a la humanidad abrir los caminos a las estrellas. Así se reunió después un equipo selecto que protegería a la Alianza planetaria; exploradores valerosos, devotos de los más altos ideales de justicia, y dedicados a preservar ley y orden en la nueva frontera.