Episodio 13. Reina.

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Reina Corona contempló a los dos agotados maestros esclavos arrodillados ante ella. Luchaban por una bocanada de aire, con la mirada perdida ajenos a lo que les rodeaba. El olor que desprendían era agrio y algo hediondo. Un icor verdoso y cerúleo empapaba sus ropajes raídos en una evidente lucha. Reina Corona cogió el psicocristal que portaba uno de sus maestros y lo contempló con atención y fascinación.

El cristal tenía un color rojizo apagado y era casi opaco, como carente de la habitual vida luminosa refulgente de los cristales. No había duda: aquel cristal estaba muerto, pero la Reina sonreía.

Los rosáceos siervos gherkin de la reina retiraron las capuchas de ambos maestros y refrescaron sus calvas cabezas con esponjas empapadas en agua y menta desinfectante. Los maestros no lograban normalizar su respiración y ambos se lanzaron a capturas un sorbo de agua en cuanto notaron el contacto del líquido elemento en sus cuerpos. Arrebataron las esponjas a los gherkin y las estrujaron sobre sus labios y boca hasta dejarlas prácticamente secas. En su frenesí no habían contado con la presencia del desinfectante en el agua, pero parecía no importarles y sumergían las esponjas en los cubos una y otra vez. Sus ojos frenético ojos parecían salirse de las órbitas contemplando el agua como si fuera ambrosía, y las magras carnes de sus brazos pegadas a los huesos apenas sí podían levantar el peso de las esponjas empapadas.

—¿Cuánto han durado mis hermanos? —preguntó la reina mientras seguía admirando la piedra.

—Cinco días, mi Reina, mi Diosa, mi Iluminación —contestó entrecortadamente uno de los dos maestros que acompañaban a la reina y que contemplaba asombrado el dantesco espectáculo de sus iguales.

—¿Estás seguro de eso maestro Crizzl?

—Sí, mi señora, mi guía, mi iluminación.

La reina miró a sus dos maestros; o lo que quedaba de ellos. No daba crédito a los tiempos que le indicaba su maestro Crizzl. Se acercó hasta uno de los maestros arrodillados y se agachó para agarrarle el mentón con los dedos con la intención de fijar su mirada en los ojos del maestro

—Maestro Razzl, mi hermano, mi guerrero, dime la verdad, te lo suplico. ¿Han sido cinco días?

—Mi vida es tuya, mi Reina. Nunca mentiría a la dueña de mi destino —Razzl intentó realizar una reverencia pero sus escasas fuerzas le jugaron una mala pasada y no terminó el movimiento con la pretendida elegancia.

—Veo la verdad en tus pupilas, hermano. No hay cabida para la duda en tus palabras. Te creo, mi hermano Razzl. Por favor, descansa y deja que los gherkins limpien tus heridas.

El otro maestro continuaba jadeando con dificultad. Parecía imposible, pero lucía peor aspecto que su compañero. Su piel tenía un color lechoso enfermizo que potenciaba el color amarillento de sus dientes y globos oculares. Temblaba de frío y gimoteaba constantemente.

—Cinco días de meditación y contención. Os admiro —dijo Reina Corona sonriendo a sus maestros—. El maestro Vocezzl permanece en estado de shock. Llamaré a los médicos.

—Su psicocristal se debilitó antes que el mío, mi Alegría, mi Sueño, mi Amor —explicó maestro Razzl—. Para nuestra deshonra, el psicocristal del maestro Vocezzl se fracturó al cuarto día. Hizo todo lo posible por recomponer las piezas, mi Diosa Reina, pero no creo que el resultado haya sido idóneo.

—Mi pobre Vocezzl —susurró la reina muy cerca del maestro—. ¿Qué han visto tus ojos?

Vocezzl levantó la mirada para contemplar a su reina. Intentó articular alguna palabra, pero sus temblorosos labios y su mandíbula fija le impidieron hablar. En su lugar, de su boca sólo emanaban sonidos guturales y principios erráticos de lo que tal vez fuesen palabras. Reina Corona acarició dulcemente la cabeza rapada de su siervo.

Una figura irrumpió en la sala. Vestía los colores y las túnicas de los maestros, pero no portaba cristal alguno, lucía una larga melena desprotegida sin el sagrado velo de la noche galáctica.

—Mi Sol, mi Lujuria, mi Reina, tenemos más datos para presentar —dijo la figura exhibiendo una tableta de datos holográfica expandida sobre una pequeña bandeja de cobre a modo de pantalla.

—¿Qué cuentan esos datos, maestro Mariscal? —preguntó Reina Corona. Se incorporó y se limpió las manos en una toalla húmeda que portaba uno de los gherkin que la seguía a todos lados.

—Hemos encontrado un vector de ataque, mi Reina, mi Sabiduría, mi Ama. —maestro Mariscal enseñó la pantalla a la reina que veía cataratas de números vertidos a lo largo y ancho—. Hemos creado un vórtice seguro para atacar. Desconocemos cuánto durará, pero es factible ahora mismo.

—Al fin, excelentes noticias.

—Mi Reina, Maravilla de la Galaxia, Mi Néctar —llamó Razzl desde el suelo mientras los gherkin se afanaban en curar sus heridas—. ¿Estás contenta?

—Hermano mío, deseado Razzl, maestro entre maestros, sólo puedo estar agradecida por vuestros esfuerzos. Mi corazón rebosa alegría gracias a vosotros.

El dolor de los maestros dio paso a una leve sonrisa producto de la satisfacción del deber cumplido.

—Hermano Razzl —continuó la Reina Corona—. ¿Qué vio tu tercer ojo más allá de la Puerta del Agujero? Deléitame con los detalles, te lo suplico, hermano.

—Azul, mi Reina, mi Adrenalina, mi Guía —susurró Razzl rompiendo a llorar. Las lágrimas brotaron de sus brillantes ojos y una mueca de dolor torció su gesto.

—¡Compórtate delante de tu Reina! —gritó maestro Mariscal al hombre que lloraba—. No somos los quejicas de los generales del ejército real. Te debes al culto. No nos deshonres.

—Suficiente, por favor —sentenció Reina Corona—. Dejemos que nuestro hermano se recomponga.

—Mi ojo tercero se volvió azul, mi Reina —dijo Razzl—. Todo era claro y cristalino. Tuve tiempo para conjurar el mantra y guiarme por el vórtice evitando caer en los precipicios del olvido eterno. Mi luz azul me condujo con seguridad entre el Valle de los vientos helados que tantos hermanos han intentado cruzar sin éxito. La inmensidad de los mantos de la galaxia se extendieron ante mí sin la necesidad de sacrificar el alma de mi cristal. Los datos llovían en mi cabeza, y los asimilé como una esponja absorbe el agua. Azul era, y azul soy, mi Reina, mi Luz. Todos los campos abiertos y translúcidos me fueron revelados con un simple pensamiento en lo más profundo de mi mente. Surqué las tierras de la energía cósmica principal como me han enseñado, y por primera vez contemplé asombrado los cientos de millones de hilos que tejen el camino y que canalizan las energías secundarias que tanto nos afectan, mi Reina. Reí de dicha y de locura porque esta verdad te sería narrada. Mi ojo volvió al interior de mi mente y mi cuerpo. Estaba en mitad del camino sentado declamando el mantra con los ojos cerrado cuando los vi, mi Señora. Los vi avanzar y sonreír. Saben que estamos aquí. Creo que los pude contener unos minutos, pero no estoy seguro porque me desmayé. Desperté con el grito mi hermano. Algo nos atacó. El escudo psíquico logró contenerlo y conjuramos nuestros ataques, pero aún así nos hirió con sus mortíferas garras.

—¿Qué viene hacia aquí, maestro Razzl? —preguntó impaciente la Reina ávida de una respuesta.

—¡Vos lo sabéis! —gritó maestro Vocezzl para sorpresa de todos los presentes. Ríos de saliva caían por la comisura de los labios—. ¡El Final de Todos! El Final y Comienzo de todo.

Vocezzl se levantó del suelo de un brinco y apartó a manotazos a los gherkin que intentaron contenerle.

—Arrodillaos ante los verdaderos y auténticos señores de la Galaxia —gritó con voz desgarrada—. Arrodillaos porque suplicar clemencia será vuestra única opción. ¡El Final de Todos!

—¿Qué dices, insensato? Muestra respeto —ordenó elevando la voz maestro Mariscal. Se acercó hasta el pupilo Vocezzl y éste le asestó un puñetazo que derribó a Maestro Mariscal al suelo.

—Arrodillaos ante la raza suprema —continuó Vocezzl. Era evidente que su puño colgaba de su brazo de forma extraña. Se había roto los nudillos en el puñetazo, pero parecía no sentir dolor alguno—. Arrodillaos ante el culmen de la Sabiduría, sucia escoria miserable. Vuestras formas de vida son un insulto.

Entraron tres guardias fuertemente armados en la estancia alertados por uno de los gherkins. Apuntaron sus fusiles hacia el maestro Vocezzl que dedicó una risa desquiciada hacia todos los presentes. Aquella risa no era la de una persona normal, era una risa atávica, profunda, irreal, sin forma y retumbó por la caverna recubierta de paredes decoradas con runas en relieve esculpidas a lo largo y ancho. Las runas se iluminaron con un tono púrpura al ritmo de las carcajadas de Vocezzl.

El maestro enloquecido agarró a uno de los gherkins y lo estranguló con sus manos aferradas alrededor de su cuello. El gherkin pataleó y golpeó con violencia los brazos de su atacante, pero de nada sirvió y su vida se escapó bajo la aterrada mirada del resto de gherkins. Alguno de ellos intentó atacar al maestro para rescatar a su igual, pero fueron repelidos por violentas patadas que más parecían propias de una bestia que de un ser inteligente. Lanzó el pequeño cuerpo del gherkin contra una de las paredes y éste se estrelló con un golpe seco, quedando tirado sobre el suelo como una marioneta con los hilos cortados.

Vocezzl corrió enfurecido y poseído hacia su reina. Reina Corona detuvo con un gesto el inminente contrataque de sus guardias. Dejó que su atacante se acercara y le esperó con una sonrisa. Cuando éste estuvo bien cerca, la reina desenfundó una daga larga y con rápidos movimientos asestó múltiples cortes a su agresor. Remató la maniobra con tres certeras puñaladas en puntos específicos y vitales.

El maestro se quedó quieto en el sitio, como si hubiera sido congelado por un frío viento mortal. Estaba de pie y sangraba por distintos lugares de su cuerpo. La sonrisa de Reina Corona seguía esculpida en su rostro.

—H’uxion —conjuró la reina. La hoja de su daga se iluminó como recién sacada de las ascuas de la más violenta de las forjas. Con un rápido movimiento clavó la punta en el tercer ojo de su maestro, justo en mitad de su frente. Extrajo la hoja humeante y un chorro de luz ambarina surgió del interior del ser. La reina cerró ambas manos en la empuñadura y empujó con fuerza la hoja sobre el pecho de su hermano abriéndose paso entre los restos del psicocristal incrustado en el torso de Vocezzl. Retiró el puñal como un rayo y otro chorro de luz empapó a los presentes más cercanos, que sintieron su piel y sus ropajes arder al contacto.

El cuerpo de Vocezzl cayó al suelo de plano. La quietud llenó la sala. Sólo los gherkins parecían reunir un poco de valor e intentaban asistir a sus compañeros heridos. Todos los demás parecían petrificados.

La reina sacudió su cuchillo de una estocada y limpió la sangre del filo. Lo enfundó y miró hacia la puerta de entrada de la sala de meditación. Ya no sonreía lo más mínimo.

—Llamad a los médicos inmediatamente. Asistid a los caídos.

—Son gherkins, mi Luchadora, mi Luna —protestó el maestro Crizzl.

—En mi palacio nadie muere a menos que yo lo diga, creía que estaba claro este punto, hermano Crizzl.

—Mis disculpas, mi Diosa, mi Espíritu —dijo Crizzl agachando la cabeza—. Si merezco castigo por mi ofensa, os ruego y os suplico que vuestra mano no tiemble.

—Mi Reina, mi Luz, mi Voz —intervino uno de los guardias—. Maestro Mariscal ha muerto.

—Basta de violencia por hoy, hermano Crizzl —respondió la reina—. Asiste a los restos de maestro Mariscal, te lo imploro. Y asegúrate de que el maestro Razzl recibe las atenciones del gremio médico. Tiene mucho que contarnos.

Crizzl obedeció ciegamente y se involucró en cumplir las órdenes recibidas. La reina, mientras tanto, seguía con la mirada fija hacia la puerta de la sala de meditación. Súbitamente apareció sin hacer ningún ruido una figura alta y delgada. Nadie sabía cómo había llegado hasta allí, pero allí estaba. Nadie movió un músculo porque todos sabían quién era; y era mejor no entorpecer su camino.

—¿Este era el efecto rebote del que hablabas, Lazarus? —preguntó la reina sin dejar de mirar hacia las puertas.

—Así es, mi Reina —contestó Lazarus acariciando su bigote espeso y negro. Era un acto reflejo, una manía inconsciente desde la infancia que surgía cuando su cerebro trabajaba analizando información.

—Tu teoría era cierta. Aportan un poder inconmensurable en comparación con otras razas.

—No por ello estoy del todo satisfecho, mi Reina. Hay mucho que hacer hasta que sea controlable.

—Humanos, doctor Slade; necesitamos humanos.

—El maestro Razzl era el portador del cristal con el ánima humana en su interior: cinco días de lucha. El maestro Vocezzl era el portador del cristal con el ánima andoriana: cuatro días de lucha y sucumbió al toque desde el otro lado. Su cristal fue ocupado por aquello que lo atacó y así pudo entrar hasta esta realidad.

—Nada de otra realidad —dijo la reina—. Son la misma realidad. Es la distancia lo que marca la diferencia. El espacio entre galaxias es abrumadoramente grande; tal vez por ello te parezca una realidad paralela, pero no lo es, mi querido Lazarus. Mis visiones son claras a este respecto.

—Lamento mi error, mi Reina. También siento deciros que no disponemos de momento de más sujetos humanos.

—¿Quién nos consiguió a estos especímenes?

—Tus generales y espías han hecho un gran trabajo, mi Reina. Pero tu dinero nos aporta mejores resultados. Un bandido, un pirata llamado Kidd nos trajo a este primer humano y al andoriano. Iban juntos en la misma nave.

—¿Qué hace un andoriano junto con un humano?

—Creemos que ambas razas han entrado en contacto recientemente, mi Reina.

—Eso quiere decir que los andorianos saben algo.

—Es difícil saberlo, mi Reina. Desde que escaparon a nuestro control han estado muy activos, pero han sido cautos en sus movimientos.

—Enviaré a mis espías para averiguar qué traman: desde luego no es una alianza natural.

—Mi Reina, el imperio te necesita. Ha revueltas en muchos mundos. La gente no está contenta. Deja que yo me ocupe de este asunto que nos ocupa.

—Mi imperio tendrá que esperar: aquí está pasando algo terrible, Lazarus. Desde que encontramos esta cámara de meditación, yo…

—Mi Reina, mi Ejemplo, mi Sire, te lo suplico. Vuelve a liderarnos hacia la gloria.

—Todo tiene su momento, he dicho. Ahora vuelve a tu laboratorio y descubre más cosas para mí, por favor. Y ponte en contacto con ese Kidd y el resto de piratas del imperio. Que se sepa que recompensaré con 1000 coronas por cabeza de humano vivo que se traiga ante mí. En una semana tendrás todos los humanos que quieras, Lazarus. Y entonces, podremos saber más de lo que hay detrás de esas puertas que no nos quitan el ojo de encima.

art by Sehii Akimov (Vecteezy)

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Libre interpretación de The Adventures of the Galaxy Rangers

En el año 2086, dos pacíficos extraterrestres viajaron a la Tierra buscando nuestra ayuda. En agradecimiento, nos dieron los planos del primer hiper impulsor, lo que permitió a la humanidad abrir los caminos a las estrellas. Así se reunió después un equipo selecto que protegería a la Alianza planetaria; exploradores valerosos, devotos de los más altos ideales de justicia, y dedicados a preservar ley y orden en la nueva frontera.